Desde la condición simbólica del objeto decidimos trabajar un doble concepto, desde la propuesta de nuestra productora con referencia en fotógrafos japoneses, abordamos la ceremonia del té o Chado (茶道), una práctica transmitida de generación en generación hace cientos de años, en donde se le da total importancia a la experiencia de compartir, del encuentro, algo que en estos tiempos sería imposible. Tomando este concepto tratamos la ideas binarias tales como el olvido pero a su vez la añoranza, el compartir pero a su vez la soledad, las prácticas ancestrales que a través del tiempo van siendo olvidadas y reemplazadas por la modernidad, así como sucede con nuestro contexto donde el compartir, el reunirse o el simple hecho  de disfrutar la presencia del otro al lado nuestro, se están viendo reemplazadas por nuevas prácticas. Si bien el té empleado en esta práctica es de una consistencia polvosa, para nuestra cultura no es tan común y conocido, entonces decidimos trabajar con la materialidad de este Té, donde generalmente lo vemos líquido o en saquitos (hebras), a polvo, ese polvo del olvido, de lo dejado atrás, donde el juntarse con otros parece algo tan lejano y de antaño. Por eso las decisiones de iluminación, donde hace referencia a un lugar olvidado, empolvado, donde la única iluminación que podemos encontrar es una pequeña vela, en este caso utilizamos un foco manipulándolo a nuestra conveniencia, con un ambiente oscuro (fotografía subexpuesta), el juego del grano en la imagen, todo esto puesto al servicio de la pieza, dándonos un ambiente de una olvidada locación en el antiguo Gion. Los planos nos llevan desde los más abiertos, donde nos sitúan en cierto lugar, pero sin darnos mucha información, hasta los más cerrados, el segundo desde la angulación y la altura, nos ayuda a enaltecer el objeto y así darnos cierta intriga de lo que podemos llegar a encontrar, invitándonos a entrar en él, y por último un plano de aproximación al interior del objeto, donde nos invita a adentrarnos en la materialidad de lo que el objeto contiene y el juego de las sombras. Desde la iluminación trabajamos los contrastes, las sombras como recurso estético, porque como dice Tanizaki en el Elogio de la sombra, “los orientales creamos belleza haciendo nacer sombras en lugares que en sí mismos son insignificantes”, tomando estas palabras, una taza tirada en un rincón olvidado, un lugar insignificante, donde en su interior quedaron rastros de lo que una vez fue,  nos ayuda a mostrar la belleza del olvido.